EDWARD: ¿Alucinan mis ojos o estoy viendo tres soles?
RICHARD: Tres gloriosos soles, cada uno un sol perfecto:
no separados por violentas nubes
sino distintos en el claro cielo.
Mira, mira: se acercan, se abrazan, parece que se besan
como si se juraran una alianza inviolable.
(Momento de 3 Enrique VI; Acto II, Escena I donde Shakespeare juega con el parecido de las palabras soles -suns- e hijos -sons-)1
Contenido: Este artículo (en dos partes) comentará las referencias a la historia y la historiografía de La Guerra de las Dos Rosas y a las obras de William Shakespeare (Enrique VI Partes 1, 2 y 3: Ricardo III) que Kanno Aya incluye en su manga Réquiem por el rey de la rosa, así como temas comunes entre la autora y Shakespeare. En esta primera parte estudiaremos cómo Réquiem trata los sucesos históricos del siglo XV y cómo se acerca o desvía tanto de las crónicas de la época como de la versión altamente ficcionada que hizo Shakespeare. En la segunda parte estudiaremos el tema de los cuerpos disidentes o no normativos en el enfoque de los dos autores sobre estos personajes históricos, desde una perspectiva feminista y de estudios queer. Réquiem por el rey de la rosa es una obra de arte, una obra seria de una artista seria que ha demostrado tanto personalidad como dominio del lenguaje de su medio y control de sus habilidades, que se encasille en géneros denostados (el manga por un lado, visto con desprecio y rapacidad por Occidente, y el shojo dentro de él, acerca del cuál los prejuicios parecen a día de hoy imposibles de superar) no le resta un ápice de seriedad a la obra. Así que vamos a tratarlo como la obra de arte seria que es, investigando sus fuentes, referencias y estrategias para contar una historia muchas veces antes contada.
Advertencia sobre spoilers: Este artículo comenta sucesos históricos que aún quedan en el futuro con respecto a los tomos de Réquiem por el rey de la rosa editados en España. Creemos bastante absurdo tener que advertir de “spoilers” por referirnos a eventos que sucedieron hace más de 500 años, pero dada la ya absurda cultura alrededor del concepto mismo de spoilers, no queremos tener que lidiar con quejas de que hemos reventado la futura muerte de un personaje histórico que se puede comprobar en las primeras frases de sus artículos de Wikipedia, pero en ciertos momentos será necesario hablar de alusiones que la propia Kanno Aya hace a los futuros lejanos de sus personajes (lo que se conoce por foreshadowing). De todos modos “spoilearte” del destino histórico de X personaje no implica que ese sea el camino a seguir por el manga — aunque Kanno se ajusta excepcionalmente a la historia en los eventos referidos en la obra, en ocasiones busca “trampas” para contar lo que quiere. Por ejemplo, en realidad Henry VI murió en Mayo de 1471, pero Kanno le ha mantenido vivo en Réquiem a través del truco narrativo de fusionarlo con otra figura histórica, James Tyrell. Así que estos “spoilers” (de nuevo entre comillas, pues nos negamos a considerar spoilers eventos históricos bien conocidos) serán relativos dependiendo de lo que haga la autora con estos hechos reales.
¿Qué hay en un nombre?
Réquiem por el rey de la rosa (薔薇王の葬列, Bara-O no Soretsu) se escribe casi igual que el título de la película de 1969 Funeral Parade of Roses (薔薇の葬列, Bara no Soretsu). La película de Matsumoto Toshio es una obra seminal del cine japonés, así como del arte LGTB japonés en general, aunque inexplicablemente sin edición Bluray/DVD en nuestro país a pesar de su influencia - hasta Kubrick tomó “prestado” de su estética para La Naranja Mecánica. Protagonizado por un personaje transgénero, usa la vanguardia artística para adaptar un clásico de la literatura como Réquiem por el rey de la rosa, en este caso el Oedipus Rex de Sófocles. No es por casualidad este acercamiento, considerando que ambas tratan de géneros y cuerpos no normativos. Incluso se nota en el estilo de Kanno una herencia de la cultura underground de los 1960s y 1970s en su uso de temáticas occidentales y su retrato fascinado de las relaciones cuir.
¿Qué hay en un nombre? (por evocar la famosa cita de Romeo y Julieta) La “guerra de las dos rosas” como término es muy moderno: lo inventó el novelista escocés Walter Scott en el siglo XIX. Una acepción más correcta sería La Guerra de los Primos (The Cousins’ War), que ha ganado bastante popularidad en los últimos tiempos y que refleja bastante bien lo cercano de las lineas familiares enfrentadas.
¿De qué hablamos cuando hablamos de las Guerras de las Dos Rosas? Por los retratos que se hacen del conflicto hasta la actualidad se podría pensar que fueron décadas de guerra civil constante de 1455 a 1487, y Shakespeare lo pinta como un ambiente casi apocalíptico donde hijos matan a sus padres y padres a sus hijos (en una escena de Enrique VI que hoy parece bastante delirante); en realidad fue una época de paz relativa interrumpida por encontronazos puntuales entre facciones que buscaban el poder de la corona. Lo épico de la contienda, así cómo lo extremo de sus protagonistas, son invenciones a posteriori para justificar eventos políticos (la ascensión de unos Tudor sin mucho “derecho” a la corona) y para hacer más literatura de los hechos.
Pero Kanno Aya no está haciendo una adaptación de los eventos de la Guerra de las Dos Rosas — aunque el manga está minuciosamente documentado, y anécdotas que parecen sacadas de la literatura (como el episodio de Richard y Beth2 cogiendo los pastelillos que les señalan como herederos al trono) son en realidad trasposiciones de fuentes de la época que atestiguan su veracidad. No está adaptando historia; está adaptando a Shakespeare.
Kanno Aya se inspira no sólo en Ricardo III (a la postre una de las obras más conocidas y más interpretadas de Shakespeare) sino, en una muy gran parte, en las muy ignoradas tres partes de Enrique VI3. Esta obra es casi más polémica que conocida - siempre hubo voces que dudaron que Shakespeare la escribiese de verdad, debido a lo que se percibía su poca calidad literaria (entre los escépticos más famosos el poeta romántico Samuel Taylor Coleridge). Esta controversia es tan exagerada como injusta; es cierto que probablemente la primera parte estuviera escrita en colaboración con otro dramaturgo (Nashe, Greene u otro habitual), que se trata de una de las primeras obras de Shakespeare, un esfuerzo de aprendizaje que carece de la sofisticación de posteriores obras históricas (en particular de las redondas dos partes de Enrique IV) o de la fuerza de la misma Ricardo III. Tiene menos poesía y sus personajes no son las carismáticas figuras que asociamos con el teatro de Shakespeare. Aún así esta obra anuncia la llegada de un género original — la crónica histórica — que aunque ya existía Shakespeare supo dotarle de una nueva madurez al hacer de las vidas de los monarcas Plantagenet material dramático.
Es interesante observar cómo Réquiem adapta escenas de Shakespeare, a veces incluyendo el propio diálogo, a veces muy fielmente y aún así cambiando el significado de las escenas y las palabras por completo. Ya hablaremos de ello más adelante pero es fascinante leer los conceptos acerca del cuerpo de Richard que introdujo Shakespeare aplicados al cuerpo de una persona intersexual como es el Richard de Réquiem.
De hecho, cuando comienza el manga ya nos instalamos en territorio Shakespeare, aunque sea en un ambiente más propio de las oscuridades de Macbeth que de las obras históricas del autor. No en vano otra de las narrativas de la propaganda coloca la Guerra de las Dos Rosas como la frontera entre la Edad Media (donde aún podían hacer acto de presencia lo sobrenatural y la magia negra) y el Renacimiento “iniciado” por los Tudor, racional y humanista.4
El bosque espinado, una de las imágenes centrales del manga para varios personajes, proviene de Shakespeare; aparece en lo que muchos consideran el primer gran monólogo del escritor, y la primera vez que el personaje de Richard Duque de Gloucester se dibuja como una entidad individual y definida:
RICHARD: Y yo — como quien se pierde en un bosque espinoso
Que rasga las espinas y a quien las espinas rasgan
Buscan un camino y pierde el camino
Sin saber cómo alcanzar el aire libre
Pero esforzándose desesperadamente por encontrarlo —
Me atormento a mi mismo con la Corona inglesa
Y de ese tormento me liberaré
O me abriré camino a sangriento hachazo.
(3 Enrique VI, Acto III, Escena II)
Se podría pensar que una adaptación donde Richard es un hombre cuir intersexual no va a ser muy fiel a Shakespeare o a la Historia pero esta fidelidad es solo una d las muchas sorpresas del manga.
Incluso en este inicio mágico casi de cuento de hadas (un niño se adentra en un bosque oscuro) Kanno Aya demuestra su conocimiento de la historiografía alrededor de Richard de York. Es una historia que empieza con un parto complicado (la propaganda Tudor que vilificaba a Richard llegó a afirmar que el embarazo de Cecily de York duró dos años) - las fuentes de la época indican que esta fue la realidad, probablemente debido a que el bebé nació dado la vuelta, una posición que conllevaba alto riesgo en la época. Así, de entrada, Richard, el personaje (de manga, histórico) aparece como algo difícil, no normativo, incluso antes de que Kanno revele que le ha convertido en un personaje con un cuerpo más allá de la expectativas cisgénero.
El hecho de que esté trabajando sobre una obra tan poco conocida puede llevar a muchos a ignorar la cantidad y riqueza de las referencias Shakespeareanas con las que trabaja la mangaka. Como ejemplo muy evidente tenemos la introducción del personaje de Henry, que está literalmente sacada de un monólogo (y el mejor momento de la trilogía) de Henry en la tercera parte, cuando reflexiona sobre su propia incapacidad para (y falta de deseo de) ser rey:
HENRY: ¡Ojalá estuviera muerto! Si Dios así lo quisiera;
Porque qué hay en este mundo salvo pena y aflicción.
Oh Dios! Me parece que llevaría una vida feliz
Si no fuera mejor que un simple campesino;
Sentarme en una colina como ahora
Para esculpir relojes de sol, punto a punto,
Y poder observar cómo corren los minutos
Cuántos minutos rellenan la hora
Cuántas horas dan la vuelta a al día
Cuántos días van a completar el año
Cuántos años puede vivir un hombre mortal.
Una vez aprendido esto, a dividir los tiempos:
Durante tantas horas debo cuidar mi rebaño
Durante tantas horas debo tomarme un descanso
Durante tantas horas debo meditar
Durante tantas horas debo divertirme
Tantos días mis ovejas han pasado con sus crías
Tantas semanas antes de que las pobres den a luz
Tantos años antes de que deba esquilarla.
Así los minutos, las horas, los días, los meses, los años
Pasando con el fin para el que fueron creados
Conducirían cabellos grises hasta una tumba tranquila.
¡Qué vida sería! ¡Qué dulce! ¡Qué hermosa!
(3 Enrique VI, Acto II Escena V, el Rey Henry en el bosque)
En esta misma escena observamos la llegada del género pastoral a Réquiem. Shakespeare, con su idealización de ese paisaje como persona dejó el campo por la ciudad, y su amor por los clásicos griegos y sobre todo romanos, utilizó el pastoral tanto en su poesía como en sus obras — Kanno usa esta idea del campo como algo idílico en ambos sentidos (un idilio es una conversación amorosa entre dos personas, además de un poema celebrando la vida campestre). Pues la naturaleza es el lugar del bosque oscuro, pero también el lugar donde Richard conoce y se sigue encontrando con Henry, donde desarrollarán su romance. El campo es el lugar de inocencia, frente a la corte y la guerra, el lugar dónde Henry puede dejar de ser rey y donde Richard encuentra a alguien que le acepte. Pero como el lugar de la inocencia nunca puede ser recuperado y muchos tomos después Richard vuelve a la cabaña que sirvió de refugio para él y Henry; esta vez el ambiente se ha tornado oscuro, Richard ha cambiado mucho y llega con un Henry (Buckingham) muy diferente, y su Henry ahora regresa a ese lugar convertido en un asesino.
Para une obsesionade de la obra de Shakespeare como yo es fascinante observar la fidelidad con la que Kanno recrea ciertas escenas, pero traduciendo un lenguaje dramático al lenguaje del manga. Uno de mis momentos favoritos es la muerte de Warwick, que en 3 Enrique VI suscita un hermoso monólogo del personaje, donde declara que “estos ojos, que ahora se apagan con el velo negro de la muerte / han brillado como el sol de mediodía”; estas palabras en Réquiem las recoge Edward de modo literal lamentando la muerte de su antiguo aliado. Así el monólogo de un personaje se convierte en elegía de otro hacia este.
Comparando los recursos estilísticos entre ambas autoras vemos que los soliloquios de Shakespeare tendrán su contrapunto en las conversaciones de Richard con su ángel malo (Juana de Arco) y su ángel bueno (su padre Richard de York) que sirven para que el lector sepa qué está pensando y sintiendo Richard sin que ningún otro personaje se involucre, el mismo objetivo de los monólogos dramáticos. Incluso aquí los no familiarizados con la menos familiar de las obras de Shakespeare podrían encontrar la elección del interpelador de Richard arbitraria, pero Juana de Arco no era sólo la persona más odiada por los ingleses en la época justo anterior a la Guerra de las Dos Rosas sino una de las protagonistas de la primera parte de Enrique VI — de hecho sus apariciones son el punto álgido de la obra más olvidable de la tetralogía. En 1 Enrique VI se nos presenta una Juana de Arco lúdica y lujuriosa, un espíritu burlón — características que Réquiem recoge en el retrato del espíritu que acosa a Richard y le convence de la imposibilidad de ser amado. Examinaremos esto a fondo en el siguiente artículo pero Juana de Arco recoge el tema de la mujer como el lugar del pecado (carnal), hilo común de Réquiem y Shakespeare.
Así las alusiones a Shakespeare no solo se limitan a adaptar más o menos fielmente escenas de las obras, o a incorporar diálogos literales, sino también a imágenes y lugares repetidos en la escritura del británico: desde obras dentro de la obra, un clásico Shakespeariano que en el manga anuncia la llegada de Henry Tudor a la historia, la pantomima que se marcan Richard y Buckingham para que el pueblo acepte al primero como rey que parece más sacada de Julio César que otra cosa; a usar falsos “fantasmas” como cuando hicieron creer a George que le hablaba el espíritu de su padre para convencerle de que volviese a la causa de los Yorks, o incluso el uso de imágenes aisladas que nos traen a la mente otras obras. Por ejemplo en el momento en el que Richard ve a Henry en sueños con el rostro oculto tras la cabeza de un asno en macabra alusión a Sueño de una Noche de Verano para luego mencionar la premisa de esa propia obra: la poción que hace que te enamores de la primera persona que ves al despertar.
Pero a pesar de todas estas similitudes en la adaptación que hace Kanno Aya hay una diferencia vital en la premisa que maneja, y que hace que en un sentido muy importante Réquiem y la tetralogía Shakesperiana sean polos opuestos. Esto nos lleva a…
Los Villanos Ahora Son Héroes
En el verano de 2012 las obras de búsqueda del proyecto Looking For Richard hallaron los restos del rey inglés bajo un parking en Leicester, en las Midlands. Al año siguiente los resultados de ADN confirmaron que se trataba de los restos de Richard de Gloucester. La fiebre ricardiana se disparó y comenzó una oleada de libros, eventos y hasta la creación de un museo dedicado al hasta entonces más odiado monarca que ha tenido Inglaterra. Es precisamente en este contexto que Kanno Aya empieza a publicar en 2013 Réquiem por el rey de la rosa, donde Richard se convierte en un seductor héroe cuir, atormentado por su miedo de no ser amado nunca debido a su cuerpo intersexual y por su ambición por la corona.
Richard III es considerado uno de los mayores villanos de la historia y para muchos puede resultar sorprendente que sea elegido para protagonizar, como figura que ha de despertar nuestra simpatía, un relato publicado en una revista dedicada al shojo — a la postre una demografía enfocada a chicas jóvenes. En realidad no es tan sorprendente, pero primero vamos a ver cómo la propaganda política y el poder de la buena literatura convirtieron a Richard Duque de Gloucester en el rey más villanizado de toda Inglaterra (como si todos los reyes no fuera villanos por el hecho de serlos).
La idea de Richard III como un villano desalmado y deforme, el mayor psicópata que Inglaterra ha tenido en el trono, no se la podemos achacar a Shakespeare; es algo anterior, de la pluma violenta (y de veracidad bastante cuestionada) de Thomas More (Tomás Moro). Sí, ese Thomas More que se considera un santo por la iglesia católica pero que mandaba tranquilamente a la hoguera a personas cuyo único crimen fue no tragar con la visión de la religión de More. Nada nuevo para la Iglesia. Pero en su faceta política More estaba al servicio de los Tudor, y actuó como uno de los mayores normalizadores y propagandistas del régimen de Henry VII y su hijo Henry VIII (quién irónicamente acabó ejecutando a More en 1535 por no doblegarse a la nueva versión de la religión imperante — o sea, le ejecutó por desafiar el poder monárquico).
A Thomas More debemos una obra títulada Historia Richardi Tertii (Historia de Richard III), una supuesta biografía del monarca que tiene bastante de fantasía vindictiva y justificación política que de verdad historiográfica.
Fue More quién afirmó que el autor material del asesinato del Rey Henry VI en la Torre de Londres fue Richard III — afirmación que se recoge en Shakespeare y en Kanno, pero que de acuerdo a fuentes contemporáneas a los sucesos es probablemente una fantasía revenchista, pues Richard ni siquiera estaba en Londres en aquella época5.
Se dice que William Shakespeare fue quizás el mejor propagandista que los Tudor tuvieron, y quizá el mejor ejemplo de eso sea Ricardo III. Henry Tudor tenía razones bastante endebles para declararse heredero legítimo al trono, desde luego muchas menos que Richard o cualquier York. El mero concepto de monarquía es una estafa pero la Guerra de las Dos Rosas ponen aún más de evidencia lo artificial de su justificación tanto divina como de sangre: en el momento en que Henry IV (abuelo de nuestro Henry) accede al trono por la vía del poder militar y obliga a Richard II a abdicar, cualquier ilusión sobre el derecho de herencia de los reyes se esfuma. Es por eso que durante este período bélico varios pretendientes al trono se dan cuenta de que la violencia es la única legitimación al trono — la casa de los York simplemente tenía mejores excusas que la mayoría.
Aún así la ficción que sustenta la monarquía era necesaria para que Henry Tudor reinase con tranquilidad; en uno de los casos más ejemplares de “la victoria la escriben los ganadores” los Tudor tenían que justificar haber asesinado al anterior monarca, y no podían hacerlo con sus muy dudosas conexiones a la línea hereditaria de la corona. Pero si los nobles y el pueblo podían ser convencidos de que los Tudor les libraron de un rey tiránico y sangriento, entonces no les quedarían ganas de rebelarse, por muy usurpadores que fueran los reinantes. Las versión de los hechos de Thomas More, con su retrato de un Richard casi diabólico, fue recogida por los dos textos de historiografía más importantes de la época: The Union of the Two Noble and Illustre Families of Lancastre and Yorke de Edward Hall, y Holinshed’s Chronicles, escrita por varios colaboradores. Ambos son las fuentes principales de los dramas históricos de Shakespeare.
Ricardo III de Shakespeare fue sin duda el intento de lavar la imagen de los Tudor más duradero que ha habido. Esto no quiere decir que el autor fuese poco crítico con ellos: después de todo vilificar a Richard por el asesinato de los Príncipes en la Torre es aceptar la legitimidad de su línea de herencia al trono, algo que los Tudor negaban, pues argumentaban que los York habían usurpado el trono, y que la línea pasaba por los Lancaster, de los que Henry Tudor (el futuro Henry VII) era el heredero. Así pues Shakespeare no sigue a pies juntillas la versión oficial Tudor — tampoco es de extrañar en un escritor que se juntó con bastantes elementos problemáticos, políticamente, para el reinado de Elizabeth I (nieta de Henry Tudor, después de todo). En general en estas cuatro obras que tratan el desarrollo de la Guerra de las Dos Rosas es evidente cierto escepticismo no solo sobre las monarquía en estos años, sino sobre el concepto mismo — un enfoque mucho más moderno de lo que nos esperaríamos de una obra del siglo XVI (pero ya sabemos, el bueno de Will, siempre andaba un poco adelantado). En las tres partes de Enrique VI y en Ricardo III el poder monárquico se ejerce mayormente a través de la violencia, y los defectos personales y pasiones de la monarquía sumen a todo un país en el caos. Shakespeare llega incluso a burlarse de los argumentos de herencia en una larga secuencia donde se explica de manera enrevesada el derecho al trono de los York, y Warwick declara que nunca ha escuchado nada más simple: claramente un momento para hacer reír al público con las absurdas excusas de los que ansían el trono, no porque crean que es su derecho divino, sino por puro deseo. Quizá era necesario cierto escepticismo sobre los argumentos dinásticos en esta historia, dado que Shakespeare vivía en los tiempos de los Tudor, que accedieron al trono con muy poco derecho de “sangre” estrictamente hablando.
Kanno no adapta esos interminables debates sobre los árboles genealógicos, aunque sí recoge una de las maniobras de Richard Gloucester para apartar a los Príncipes en la Torre del acceso al trono: recoge los viejos rumores de que su hermano mayor, el rey Edward IV, era ilegítimo, y las afirmaciones de que Edward mismo se había prometido a otra mujer antes de contraer matrimonio con Elizabeth Woodsville — y por tanto los príncipes Edward y Richard serían bastardos sin derecho a la corona. Sin embargo en Réquiem este vacío de sentido en lo que respecta a las creencias que mueven a los personajes a intentar robar la corona los unos a los otros llega al paroxismo. La corona es en sí un fin, una llama que atrae a las polillas que son casi todos los personajes en juego en este manga (Anne y Catesby están curiosamente inmunizados contra esta enfermedad, mientras que Henry sufre la aflicción contraria: una aversión a la idea de verse rey). No parece haber más en esta ambición que desear la corona por el propio hecho de desearla, especialmente en Richard — que sustituye la luz del amor paterno por la luz de la corona y cree que ser rey es la única manera de alcanzarla — y en Warwick y en Buckingham. El absoluto nihilismo de Henry Tudor en su justificación de “destino” para sus ambiciones — subvirtiendo la propaganda Tudor que usaba tanto ese concepto — es tan solo el reverso gélido de la pasión por reinar de nuestros héroes. La corona de Inglaterra actúa como un objeto maldito que ejerce fascinación enfermiza sobre nuestros protagonistas, sin que nadie piense en “reinar” como algo activo y por el bien del país. No muy alejado de Shakespeare, y desde luego en su misma vena de escepticismo político; es como si ese monólogo que ya citamos donde Richard admite estar atormentado por la corona de Inglaterra hubiese invadido todo el mood de Réquiem.
Kanno Aya no es la primera en romantizar la figura de Richard III, pero quizás esta tendencia de encuadrar al rey considerado más despiadado de la historia inglesa sea una sorpresa para los que se acercan al manga sin mucho conocimiento de las tendencias entre historiadores. Pero es algo que de hecho está bastante de moda — un extraño backslash entre los círculos académicos contra la línea “oficial” Tudor (y por extensión Shakesperiana). Richard ha protagonizado incluso alguna que otra novela romántica tipo Harlequin. Incluso en La Reina Blanca, adaptación televisiva de la serie de novelas históricas de Philippa Gregory dedicada en su mayoría a las dos mujeres más antagónicas a las ambiciones de Richard (Elizabeth Woodsville y Margaret Beaufort), se hace de Richard una figura heroica, su acciones justificadas.
Los Ricardianos han optado por dos opciones a la hora de convertir al Duque de Gloucester en una figura positiva o romántica: la exoneración o la explicación. En el primer caso se niega que los hechos malvados atribuidos a Richard ocurriesen o que fuese él quien los cometió. En el segundo caso se admite que Richard cometió estos actos pero se niega que sean actos de villano, o se argumenta que las motivaciones no eran egoístas. Por ejemplo en el caso del eterno (e imposible de resolver) misterio de qué pasó con los hijos de Edward IV, los “Príncipes en la Torre”. Muchos Ricardistas niegan que Richard ordenase matar a los niños (argumentan que la orden fue de Henry Tudor, o incluso su madre Margaret Beaufort), e incluso dudan de si los príncipes fueron asesinados en primer lugar, creyendo las leyendas que narran cómo escaparon de la Torre y en algunos casos volvieron a Inglaterra tras años de exilio para reclamar su trono.
Réquiem por el rey de la rosa usa una mezcla de ambas estrategias: hay eventos que Kanno deja intactos pero cambia su significado: la muerte del Príncipe Edward, que ya no es un momento de salvaje falta de compasión por parte de los York, sino que aquí Edward le pide a Richard que le mate como acto piadoso, al querer morir a manos de la persona que ama. Del mismo modo el hecho de que Henry VI no muera “de verdad” subvierte una de las mayores (y más falsas) acusaciones al Richard histórico — que él fue el ejecutor del anterior monarca.
La forma más original y bizarra que tiene Kanno Aya de mantener la simpatía del lector por Richard según nos acercamos al momento en que debe impedir que su sobrino ocupe el trono que le corresponde es su retrato de los populares Príncipes en la Torre, Edward y Richard. Durante siglos estos niños han sido la herramienta principal por la que se ha pintado a Richard III como a un psicópata. Frente a unos príncipes históricos con personalidad propia y que en el caso de Edward ya tomaban importantes decisiones políticas, la cultura popular los presenta cuales inocentes corderos llevados al matadero sin más razón que la sed de sangre de su tío. El cuadro del pintor prerrafaelita Millais fue particularmente dañino para la reputación de Richard, al presentarles como angelicales víctimas. Por contra en Réquiem por el rey de la rosa estos mismo príncipes son los que son unos psicópatas; unos personajes realmente antipáticos que no dudan en agreder sexualmente a mujeres o planear el asesinato de un infante para torturar a su madre.
Y el doble salto mortal contra la historiografía oficial y la cultura popular va más allá: Kanno no solo villaniza a los Príncipes de la Torre (una estrategia ya bastante insólita) sino que también villaniza a Henry Tudor, el hombre que será rey y comenzará la admirada dinastía de los Tudor que nos traerá a Henry VIII y Elizabeth I y los momentos de mayor gloria cultural de Inglaterra.
Llega hasta tal punto la subversión de las figuras de Richard III y Henry VII en este manga que uno de los más famosos6 monólogos de Richard donde se regocija en su maldad ha sido otorgado a Henry Tudor alardeando de que conseguirá la corona a toda costa:
RICHARD: Ah, puedo sonreír y asesinar mientras sonrío
Y declarar “¡Alegría!” todo aquello que me aflige el corazón
Y humedecer mis mejillas con lágrimas artificiales
Y adecuar mi rostro a cualquier ocasión.
Ahogaré a más marinos que las sirenas
Mataré más observadores que el basilisco
(3 Enrique VI, Acto III, Escena II)
Pero personalmente aún más iconoclasta que la recuperación de la figura de Richard III me parece la romantización que hace Kanno del malogrado Henry VI, convertido aquí en el principal interés romántico de nuestro protagonista7.
En el documental sobre la Guerra de las Dos Rosas del popular historiador Dan Jones para la serie de la BBC de divulgación “Timeline” se describe a Henry como “el rey más débil que el país ha tenido jamás” y básicamente se le echa la culpa de todo el conflicto no solo a su nefasto gobierno, sino esencialmente a su personalidad. A diferencia de Richard muy pocos han intentado recuperar a Henry Lancaster como figura romántica — a pesar de que el mismo Shakespeare le cede algunos de los pocos momentos de genuino pathos de la trilogía que lleva su nombre.
Es posible que el Henry VI histórico fuera una persona relativamente decente (porque ningún rey puede serlo; tenemos que abolir la monarquía ya, por favor, que es 2021), lo que quiere decir que era muy mal monarca. Los reyes infantes rara vez perduran en el puesto y si lo hacen es con poco éxito — Henry ascendió al trono con apenas meses de edad, después de la temprana muerte de su padre Henry V, quizás el monarca varón más amado por los ingleses (de lo cual no poca culpa tiene el propio Shakespeare, un autor muy poco dado al patriotismo que brindó a Henry V su obra más jingoísta y una de las más simples).
La historiografía oficial se refiere a Henry VI en términos de un rey con enfermedad mental, usando todos los insultos capacitistas de la época. Aunque esto en el pasado solía tomarse en serio clínicamente (y aunque sus estados catatónicos parecen basarse en sucesos reales) ahora estos “diagnósticos” se entienden más en el contexto cuerdista de la época: alguien sin ambición de poder, que no quería gloria militar ni supremacía política, y que prefería la devoción religiosa y el contemplamiento filosófico a los juegos de la corte, era tachado de “enfermo mental” por el hecho de haber nacido heredero de la corona. Paradójicamente (a la misoginia le importan pocos sus paradojas) son estos mismos rasgos de ambición y voluntad de dominar que se echan de menos en Henry los que hacen que se consideren a las mujeres de la historia (en especial a las dos Margarets) como seres “enfermos” y no-naturales. Visión que Kanno hereda en ciertos momentos de Shakespeare, aunque atemperada por su intento de dar humanidad a los personajes femeninos más allá de lo que Shakespeare nos ofreció.
Sobre esto (cuerpos y mentes no normativos, sexismo en estas obras) hablaré en la próxima parte del artículo, pero me resulta interesante a nivel temático (quizás no consciente) como la historia ha tratado con capacitismo tanto a Richard como a Henry (físico en un caso, metal en el otro) y Kanno Aya los coge y los hace enamorarse el uno del otro.
En la tetralogía shakespeariana encontramos pocos personajes realmente nobles o incluso completamente simpáticos para el público — parte de lo gozoso de una obra como Ricardo III reside en que en su mayor parte Richard trama la desgracia para personajes que no son particularmente atractivos o inocentes. Kanno parece presentarnos con el problema contrario: el desarrollo de los personajes y sus motivaciones hace que nos resulte una pérdida cuando los azares de esta guerra entre primos les hacen desaparecer de sus paneles (aunque siempre con la posibilidad, muy de Shakespeare, de volver a verlos como espectros o pesadillas).
Como ya comentamos, Shakespeare guarda mucho sus cartas cuando se trata de opiniones personales sobre la política (aunque se puede advertir un total escepticismo con respecto al derecho “divino” de los reyes); a Kanno no parece interesarle ese cariz de la historia. Ambos autores ven el poder como algo ejercido violentamente y de acuerdo con pasiones personales como la ambición o la lujuria. Curiosamente en Réquiem por el rey de la rosa es Henry el único que dedica un solo pensamiento a la población no noble del país: Henry siente repulsa por la violencia, pero no únicamente por la más inmediata a él — le atormenta el destino de la gente de a pie y de los soldados abocados a morir en estas guerras provocadas por tensiones que Henry no ve inevitables.
Por el contrario el resto de nuestros personajes nunca se paran a pensar como su ejercicio del poder (por limitado o indirecto que sea, como el de los personajes femeninos) afecta a la población de Inglaterra — Richard en particular parece abstraerse de cómo su obsesión por la corona puede desestabilizar el país, o si su reinado es moralmente preferible al de su hermano Edward o sus herederos. Por cierto, que la población no noble de ese país casi no tiene representación en la historia salvo a grandes (y hoscos, frecuentemente criminales) trazos — con la excepción de Catesby, que además es un hombre de color es uno de los personajes más “morales” (porque poca moralidad hay en ser leal a la nobleza, incluso por razones afectivas, si me preguntan) de toda la obra. Al no incluir (por razones de cronología, suponemos) el personaje de Jack Cade al menos Kanno se despega del ejemplo shakesperiano de retratar una revuelta de un tirano bajo el manto del populismo; que bueno, los problemas de Shakespeare a la hora de representar revueltas violentas del “populacho” darían para un artículo entero, teniendo en cuenta el hecho de que el mismo Shakespeare era parte de ese populacho, con padres analfabetos y él mismo sin educación universitaria. Que cierto masoquismo le veo a que incluya de villano a un personaje de clase baja que quiere asesinar a cualquiera que sepa leer y escribir, y aprecio que Kanno más bien ignore relaciones de clase (salvo con Catesby, que no sé si Richard parece más clasista o más racista al no querer follarse a Catesby) en vez de recoger el estropicio de Shakespeare de la Parte 2 de Enrique VI.
En cuanto a los otros personajes, ninguno supone un cambio tan importante sobre los retratos que tradicionalmente se hacen de ellos — aunque Buckingham desde luego nunca ha tenido tanto protagonismo en ninguna adaptación8. No faltan narrativas donde Anne Neville es una figura que evoca simpatía, y la mayor parte de las versiones modernas ven a Edward IV como un proto-Henry VIII que murió por culpa de sus propios apetitos desmesurados. Catesby toma una importancia inusitada pero incluso en Shakespeare aparece cual Horatio a su propio Hamlet Plantagenet personal, muy acorde con el rol del personaje en Réquiem. Warwick tiende a ser siempre carismático, y George un chaquetero, mientras que el padre de Richard, el Duque de York que sueña con arrebatarle la corona a Henry Lancaster, resulta algo más digno de simpatía en Réquiem que en Shakespeare o las crónicas, pero esto se debe a la necesidad de darle a Richard motivación inicial para considerar esta corona como “el paraíso”.
Algunos personajes históricos y de Shakespeare desaparecen por completo; el hijo menor de los York (hermano de Richard), Edmund, cuya muerte es un momento tan importante para las obras, no existe en este manga. Ciertas motivaciones desaparecen también; siendo Réquiem una historia sobre sexo y atracción sexual también la lucha por la corona toma este cariz: lo que en la historia eran tensiones políticas, y en Shakespeare son tensiones personales, Kanno las convierte todas en tensiones sexuales. Incluso las tensiones familiares se vuelven tensión erótica.
Para ello Kanno reduce el papel de las alianzas de Inglaterra con el continente — en concreto lo decisivo de la rivalidad entre Francia y Borgoña durante la confusa época de las traiciones de Warwick y George. Una obra de ficción no es un documento histórico (sólo hay que ver las libertades que se tomó Shakespeare) y Kanno prefiere centrarse más en los conflictos familiares que en las negociaciones para conseguir el apoyo (militar, económico) de los vecinos francófonos.
Pero convertir tensiones políticas en drama romántico es una estrategia muy de Shakespeare. Mismamente en 1 Enrique VI vemos a William de la Pole (Suffolk) presionando a Henry para que se case con Margaret de Anjou, decisión nefasta políticamente, y Shakespeare atribuye esto a un affair secreto entre la futura reina y Suffolk. Esto no es historiografía, y Kanno lo adapta de Shakespeare, no de las crónicas de la época9.
Porque al final del día Réquiem por el rey de la rosa es, en primer lugar, una adaptación de las obras de Shakespeare, respaldada por una gran labor de documentación, y que cuenta una historia propia, con unos intereses propios. Aunque como toda buena adaptación se puede disfrutar perfectamente sin haber leído los originales, provoca cierta pena que una buena parte de los lectores no se den cuenta de cómo de profundo en la tradición Shakespeareana se ha hundido Kanno Aya (hay muchos deep cuts en el manga incluso para nerds como yo). Y me queda la duda de si es más complicado seguir la historia si el lector no maneja el contexto básico de la Guerra de las Dos Rosas — por ejemplo, dudo mucho que el momento en que se desvela que el comediante que se ha burlado del trono de Richard en el tomo 13 es Richmond (y por lo tanto Henry Tudor) tenga el mismo impacto estremecedor si no sabes qué papel va a jugar este personaje en la historia de nuestro héroe. O quizá alguno prefiera que los acontecimientos le sorprendan, no lo sé. Yo soy de les que opino que los giros narrativos tienen que funcionar incluso una vez ya los conoces; y aunque nada de la Historia en Réquiem me pilló por sorpresa (sabía quién iba a morir y cuándo) eso no quita que se haya convertido en uno de mis mangas preferidos (¿Y mi adaptación de Shakespeare favorita?). Lo que atestigua la calidad literaria de Kanno.
En la segunda parte de este artículo comentaré las similitudes y diferencias entre los originales de Shakespeare y Réquiem a la hora de tratar el aspecto de Richard y la tradición capacitista de cómo representar su deformidad. Hablaremos de teoría queer (aviso para que no os asustéis) y de todo tipo de questiones de género y sexualidad, incluida la espinosa cuestión del rol que los personajes femeninos juegan en la Historia y en esta historia.
Continuará…
FUENTES
Libros:
AUDEN, W.H.: Lectures on Shakespeare
BLOOM, HAROLD: Shakespeare: The Invention of the Human
JOHNSON, LAUREN: Shadow King: The Life and Death of Henry VI
JONES, DAN: The Wars of the Roses: The Fall of the Plantagenets and the Rise of the Tudors
KANNO, AYA: Réquiem por el rey de la rosa (Traducción Ana María Cano)
SKIDMORE, CHRIS: Richard III: Brother, Protector, King
SHAKESPEARE, WILLIAM: Complete Works (edición de la Royal Shakespeare Company)
SHAKESPEARE, WILLIAM: Dramas históricos (Obra Completa 3)
WEIR, ALISON: Lancaster and York: The Wars of the Roses
Audiovisual:
Podcast “Chop Bard”
Podcast “The Hurly Burly Shakespeare Show”
RICHARD III (Laurence Olivier, 1955)
THE HOLLOW CROWN (BBC), Segunda Temporada
THE WHITE QUEEN (BBC)
TIMELINE (BBC): episodios “Britain’s Bloody Crown”
Las traducciones del inglés son mías (L) a menos que indique otra cosa.
Bendito Tomodomo y su traductora que decidieron no hispanizar los nombres de los personajes (de manera que el manga lo protagonizaran Ricardo, Enrique, Eduardo, Isabel, etc) como es tradición española con nombres de monarcas y como es aún tradición en muchas versiones patrias de las obras de Shakespeare. No sé si hubo alguna discusión editorial al respecto o venía ya dado, pero fue la mejor decisión.
Kanno admite haber visto/leido los Henrys antes que Richard III, en la entrevista que Tomodomo reproduce al final del Tomo 4.
Cuya máxima expresión sería precisamente la monarca que controló el destino de la nación durante la mayor parte de la carrera de Shakespeare: la Reina Elizabeth I, la nieta del Henry Tudor que derrocó a nuestro Richard III.
Para una visión bastante mesurada del reinado de Richard III recomiendo el libro de Chris Skidmore Richard III: Brother, Protector, King, que además resulta bastante accesible para los no muy iniciados en el tema.
A Shakespeare le gustaba tanto esta frase propia sobre sonreir y asesinar que recuperó la idea en el primer acto de Hamlet, cuando nuestro protagonista se asombra de que alguien pueda “sonreír y ser un villano”. Que por cierto qué no daría yo porque Kanno Aya nos hiciera su propia versión del príncipe danés.
Principal de momento. Aquí las gentes de bien esperamos que la carrera de fondo que se está marcando el colega Catesby le otorgue el lugar de amor final en la vida de Richard. Y teniendo en cuenta cómo acaba la obra de Ricardo III no sería difícil que a Kanno se le ocurriese una manera resultona de darnos un payoff entre los dos personajes.
Maldita la hora.
Hay muchísimos ejemplos de cosas que están en Shakespeare pero no en las crónicas que han acabado en las páginas de Réquiem, que no los puedo mencionar todos a no ser que alguien me de dinero para escribir un libro sobre el tema.